lunes, 23 de enero de 2017

Vomitando unicornios



Como cada tarde, estoy en la puerta del cole esperando que salgan los niños. A veces entro pero hoy me he quedado fuera. Nico me ha visto y se acerca como un rayo, riendo feliz, y como siempre, sin el abrigo ni la sudadera, como si para él no existiera el frío. Me saluda Adela y nos ponemos charlar de lo fantástico y corto que ha sido el fin de semana mientras esperamos a nuestras respectivas Jimenas. Aparece Vero, siempre con una sonrisa de oreja a oreja.

- ¡Qué contenta estás!
- ¿Y por qué no iba a estarlo? ¡Todo va bien! Y si no va bien ¿Qué sentido tiene quejarse?

Nos ponemos a hablar de esas personas que siempre se están quejando de todo, que todo son penas, con terribles anécdotas, que todo lo ven negro y que a toda costa intentan arrastrarte a su infierno. Personas incapaces de ver, de valorar todo lo bueno que tienen y de hacer felices a las personas de su entorno.







Todos conocemos a este tipo de personas...y no, a ninguno nos gusta tenerlos cerca. Les viste su eterna nube negra y una terrible diarrea verbal que levanta muros infranqueables a sus propios sueños y si pueden, a los ajenos. Muestran su generosidad más egoísta, esa falsa generosidad que luego utilizan para reprocharte una y otra vez todo lo que han dado y/o hecho por tí (aquí ya sabemos cómo es la realidad y perspectiva de cada uno…)

Quizá las personas tendrían que venir con un libro de instrucciones, o al menos un pequeño manual para modificar ciertos comportamientos...al menos para que dejen de exigir constantemente el libro de reclamaciones, que en las relaciones sociales no existe ningún tipo de garantía.

De momento sólo veo dos soluciones:
1-  Cambiar la nube negra por un pequeño arcoíris (Ellos)
2-  Huir despavoridos (Nosotros)

Todos los pensamientos son pasajeros, tú decides cuales aterrizan y anidan en tu mente.
Escoge los bonitos (Como esta preciosa carpa, por ejemplo)