Termina mayo, y por fin llegan las paredes blancas y luz (mucha luz), y
tardes verdes (muy verdes) provocadas por la lluvia de una primavera
despeinada. Despeinada, a juego con mi pelo y mis ganas, combinando con mi
inercia y mi alegría. Y es que hace mucho que aprendí que es como mejor se
vuela. Despeinada me gusta ver y sentir el mundo. Así voy deslizándome por mayo, con pasos despeinados e inmersa en un zigzag vital lleno de cambios
y volteretas. A lo mejor, cuando sea más muy
mayor, aprendo a caminar en línea recta, no sé. Ojalá que no, que ni las
caderas ni las rodillas me permitan jamás un paso afinado porque
significará que se me ha allanado el camino o peor, la sonrisa, o peor
aún…el corazón. Y no hay nada más triste que una sonrisa peinada y sin latidos
ni tumbos de emoción.
De momento, la sonrisa no me la quita nadie :-)