L'artisan du Vitrail |
Menudo mes de marzo...tantos día de lluvia han terminado convirtiendo el agua en alcohol para todas esas heridas que se me infectan si no luce el sol. Y aunque intento aguantar el dolor, hace que se me caigan los silencios del bolsillo sin darme cuenta y los arrastro pegados a las suelas, hasta que se hacen amigos de algún chicle, y se quedan ambos ahí pegados, sin mí.
Es entonces cuando me doy cuenta que no los llevo encima y camino a saltos, pero de esos ingrávidos, como si estuviera en la luna, donde, aunque gritase con todas mis fuerzas, nadie puede oírme ni escucharme.
A veces esos silencios vuelven a casa, como un perro perdido que sigue el rastro de su dueño. Trepan por la ventana, o se cuelan por debajo de la puerta y se me escurren por la ducha. Y a veces salgo a la calle con el pelo enjabonado de silencios sin aclarar, en un último intento de que esta lluvia los arrastre.
- ¿Cómo se mide un silencio?- Pregunté.
- Con un emociómetro.- Contestó.
Que alguien me diga dónde los venden, por favor...
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