Son historias de personas que han amado de verdad, y habitan en un lugar donde sobran explicaciones, que nadie necesita ya.
Algunas historias tratan de cuando caes y sientes que unos brazos te levantan y no permiten que te des por vencido.
Otras, de cuando te pierdes y unas manos te sostienen y te guían; cuando estás agotado y te animan, te acarician y te envuelven…
Y otras, tan sólo tratan del lugar más hermoso del mundo, junto a tu persona favorita.
No están libres de errores y tropiezos, como yo. Ni como tú. Y nos enseñan que el lazo que te desata de la pesada carga, de lo que otros han dejado en tu vida, está hecho con hilos de cariño y paciencia.
Tejen finas telas de verdades y “ahoras”.
Amar también es aprender a liberarte de los errores y situaciones del pasado. Y cuando sabes en lo más profundo de tu ser, que el destino ha colocado ante ti a una persona, siempre es por un motivo, y vale la pena apostar y jugarte todo a una sola carta, aunque sepas que puedes perder.
Es entonces cuando te envuelves en esas telas, dando riendas suelta a tus emociones y es cuando aún en el caos, te sientes a salvo, como en los brazos de quien te cuida y reconforta.
En esas historias, no se deshojan flores rojas al caer el sol en busca de respuestas. Ni deciden si quieren un sí o un no. Y cuando le he dado el suficiente tiempo a la vida, comprendo el poder, que esas dos dimitutas y poderosas palabras, tienen en mi camino y en el tuyo.
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