Muchas veces me dan ganas de ir hacia a tí, como una loba salvaje y hambrienta.
Iría hacia tus jodidos ojos tristes y te estrujaría el alma hasta hacer con ella miles de jirones de esparto, a romperte en cuatrocientos cuarenta trozos cada una de las neuronas que no supiste utilizar.
Utilizaría mi lengua hecha látigo para soltar todo el fuego que no te atreviste a prender y que me quema por dentro.
Iría a empujarte por la vida cuesta abajo, a soltar estruendos en los lóbulos de esas orejas que tan poco me escuchaban; iría a gemir, a gritar, a morder.
Utilizaría mis manos como un tsumani, mis brazos como una maroma y mis piernas como una presa, para que no salieses de mí.
Te contendría hasta que te dieras cuenta que todo gira a favor del viento, y que el viento gira a favor del aire que soplo, que va cargado de unas ganas que no se pueden contar.
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