domingo, 20 de julio de 2014

Carta a Jimena y Nicolás



Plácidamente entre el ruido y la prisa recordad que la paz puede estar en el silencio. Sin renunciar a vosotros mismos, esforzaos por ser cordiales con todos. Decid vuestra verdad, quietamente, claramente. Escuchad a los otros, aunque sean torpes e ignorantes: cada uno de ellos tiene, también, una vida que contar. Evitad a los ruidosos y agresivos porque ellos denigran el espíritu. Si os comparáis con los otros podéis convertiros en personas vanas y amargadas; siempre habrá cerca de vosotros alguien mejor o peor.



  Alegraos tanto de vuestras relaciones como de vuestros proyectos. Amad vuestro trabajo, aunque sea humilde, es el tesoro de vuestra vida. Sed prudentes en los negocios porque en el mundo abunda la gente sin escrúpulos. Pero que esta convicción no os impida reconocer la virtud; hay muchas personas que luchan por hermosos ideales y donde quiera, la vida está llena de heroísmo. Sed vosotros mismos. Sobre todo no pretendáis disimular vuestras inclinaciones. No seáis cínicos en el amor porque, cuando aparezca la avidez, el desencanto en el rostro se convierte en algo tan perenne como la hierba.


Aceptad con serenidad el consejo de los años y renunciad sin reserva a los dones de la juventud. Fortaleced vuestro espíritu, para que no os destruyan inesperadas desgracias. Pero no os creéis falsos infortunios. Muchas veces el miedo es producto de la fatiga y la soledad. Sin olvidar una justa disciplina, sed benignos con vosotros mismos. No sois más que unas criaturas del universo, no menos que los árboles y las estrellas; tenéis derecho a estar aquí y si no tenéis ninguna duda, el mundo se desplegará ante vosotros. Sin olvidar vuestros trabajos y aspiraciones mantenéos en paz con vuestra alma, pese a la ruidosa confusión de la vida.



  Pese a las falsedades, penosas luchas y sueños arruinados, la tierra sigue siendo hermosa. Sed cuidadosos.

    Y sobre todo, luchad por ser felices.




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