lunes, 27 de marzo de 2017

Diario de un gran corazón


"No hay mal que por bien no venga". No hay dicho que acierte más. Y no lo digo porque me hayan regalado unos fantásticos limpiaparabrisas cuando he ido a cambiar la luna delantera de mi coche, sino porque mientras esperábamos a que tuvieran el coche listo, me ha permitido conocer un poco más a mi hijo.
Después de dar un paseo con Haru por un parque cercano al taller, nos hemos parado en una zona de columpios para niños para que Nico jugara. Era una zona infantil como las que hacen ahora, con torres, toboganes enormes, túneles, cuerdas para escalar...¡Una pasada! Había un grupo de niños jugando al "pillapilla", o al menos eso creía al principio. El grupo se componía de tres niñas de unos 10/11 años y un niño de unos 7 años, que corría detrás de las niñas mientras ellas le gritaban "¡¡Vamos torito bravo, eh!, eh!!". Se burlaban de él cuando no lograba alcanzarlas y se tiraba al suelo cansado de correr tras de ellas, principalmente una rubita, que era la que llevaba la voz cantante.
Yo estaba sentada en un banco observando y miraba a Nicolás que estaba subido en una de las torres observando a su vez toda la escena. En un momento dado se baja de la torre, se acerca al chavalín y se ponen a hablar. Comenta en voz alta que se une al juego y que como es nuevo, se la liga (yo ya estaba sonriendo como una boba...). Las niñas se quedaron al principio un poco perplejas pero aceptaron enseguida.
Nico pillaba rapidísimo a la rubita. Ahora era a ella la que le tocaba correr detrás de los demás. Siempre iba por el niño de 7 años, le tenía especial manía... Nicolás se dejaba coger por su amiguito para coger a su vez a la rubita. La escena se repitió varias veces hasta que una de ellas se empezó a quejar porque su amiga iba siempre a por el niño más pequeño y que ya estaba bien. Ahora era a la abusona a la que le tocaba correr e ir a con la lengua fuera, ahora era divertido para todos...menos para ella.
Cuando ya nos marchamos camino del taller, le digo a Nicolás:
- ¿Sabes? Has hecho una cosa que me ha gustado mucho y estoy muy orgullosa de ti. - Le comento lo que había estado observando.
- ¡¡Es que le estaban haciendo "bulling" las muy pedorras!! ¡¡Y el niño era pequeño!!
- ¡¡Serán pedorras!!

Los dos volvemos con una sonrisa de oreja a oreja supercontentos y yo además, superorgullosa. Ya sabía que el corazón de mi hijo era grande, pero hoy he descubierto que es enorme.
Hoy ha vencido un grandísimo corazón sobre unas mentes pequeñas.




No hay comentarios:

Publicar un comentario