lunes, 1 de julio de 2013

El biombo



El verano ya está aquí aunque este año ha entrado templado. Está pesado, con afán de parir sofocantes y tórridos días, no termina de romper aguas y con cada contracción nos deja  madrugadas frescas.
Aún así, la pasada noche fue igual de buena para celebrar la llegada de la época estival y decidimos salir a cenar. Elegimos ese restaurante con la condición de que nos acomodaran en un reservado ya que nos apetecía disfrutar de cierta intimidad.


 
Cuando llegamos no existía tal reservado y el camarero se limitó a ponernos delante de la mesa un biombo que nos separaba del resto de los comensales.
Era un biombo con carácter de biombo, reservado y discreto, gustoso de tapar lo que nadie quiere que se vea. Era un biombo precioso, alegre, brillante, colorido y cumplió su cometido a  la perfección, como buen guardaespaldas.

 

La velada se alargó demasiado y sin que nos diéramos cuenta, nuestro biombo no aguantó más y de repente se desplomó. Se oyeron gritos, una pequeña algarabía y después silencio. El biombo fue retirado por el camarero y no supe de su destino. Pobre biombo… ¿Alguien se fijó en lo bonito que era? ¿Y de lo bien que cumplió su función? Nos protegió del viento, del ruido, de miradas; que menos que darle las GRACIAS.

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