Ilumíname

 

Aunque esta muestra de vidrieras es de exteriores muy luminosos, la entrada de hoy va sobre todo lo contrario: personas con interiores luminosos.

 

Están las personas-faro, que están día a día en tu entorno pero sólo las ves cuando estás en  auténtico oleaje personal. Suelen echarte un cable orientándote y cuando llegas a la orilla, apenas agradeces lo que han hecho por ti, ni ellos lo piden.





 

Están las personas-fuegos artificiales, muy espectaculares en sus comienzos, que enganchan en un primer momento pero que con el tiempo descubres que siempre ofrecen lo mismo: un show que te deja con la boca abierta para desprender después el olor de la pólvora quemada y la asfixia del humo que desprenden.







 

Las personas-túneles son de esas que tienes que buscar muy en el fondo su luz, en caso de que la tengan. Son gente extraña que disfrutan mostrando su camino oscuro o juegan contigo a que les encuentres la luminosidad.



 

Están también las personas-foco, deslumbrantes a más no poder. Ciegan en el primer roce. Hay quien los sigue porque quedan totalmente hipnotizados y otros, sin pensarlo, huyen ante tanto derroche.

 

Y por último están las personas-vela, las que están ahí sin dar más luz de la que que les pide, en ocasiones luchando por iluminar más aún pues consideran que su entorno merece más brillo, sin darse cuenta de que no son más que velas. Y a veces apagándose cuando menos conviene. Al fin y al cabo, una vela no es nada más que cera con un cabo prendido.

 

Si pudiera elegir, me gustaría ser vela, aunque sienta que se me puede apagar con un sencillo soplido.

 ¿Y tu que elegirías?